La parte blanca del ojo es la que más superficie ocupa en el mismo, pero poco se conoce de esta zona, que recibe el nombre de esclerótica.
Su función principal es la de contener la presión dentro del ojo para protegerlo de daños externos, dar forma al ojo y servir de estructura de los elementos internos. Su alta resistencia y opacidad se debe a su composición, sobre todo de fibras de colágeno. Además, tiene un alto contenido en agua, casi el 68%.
Las enfermedades que afectan a la esclerótica suelen ser inflamatorias
Una de las más habituales es la escleritis, una inflamación dolorosa, grave y crónica que si no es tratada a tiempo puede ocasionar ceguera.
En casi la mitad de los casos, esta alteración se asocia con trastornos que afectan a los tejidos, como es la artritis reumatoide. Aun así también puede ser consecuencia de traumatismos en el ojo o, en menor medida, debido a un hongo o parásito.
Ante dolor o inflamación es importante acudir lo antes posible al oftalmólogo, quien examinará el interior y exterior del ojo para determinar si el paciente sufre escleritis.
Una vez diagnosticada debe tratarse a la mayor brevedad. El tipo de tratamiento dependerá de cada caso, por lo general, consiste en corticosteroides y anti inflamatorio no esteroide que disminuyen tanto el dolor como la inflamación. También debe tratarse la causa subyacente para que realmente pueda solucionarse.
En los pacientes con escleritis severa será necesario realizar una cirugía para reparar los tejidos esclerosos y evitar pérdida de visión.
La escleritis puede volver a surgir por lo que es fundamental mantener revisiones periódicas con el oftalmólogo y especialistas convenientes.
Los síntomas de la escleritis
La escleritis se manifiesta de la siguiente forma:
– Dolor y sensibilidad en el ojo, que puede extenderse a la mandíbula, cara o cabeza.
– Enrojecimiento de la zona blanca del ojo.
– Visión borrosa, lagrimeo y sensibilidad extrema a la luz.
– Posible pérdida de visión.